22 de Junio de 1994, Estados Unidos se enfrenta a Colombia por la segunda fecha del Grupo A del Mundial de Fútbol. Ambos, con resultados no muy favorables (empate y derrota, respectivamente), se medían en un encuentro que los marcó de por vida.
El organizador del evento más importante iba a conseguir pasaje a la segunda fase por primera vez en su historia: algo impensado debido al poco arraigo que tenía (quizás ahora un poco más popular) este deporte en el país de Norte América, para luego quedar eliminados por el país campeón de esa edición, Brasil, por un tanto contra cero.
Colombia, en tanto, sufriría su segunda derrota consecutiva que lo dejaba casi sin chances de poder pasar la primera rueda y quedaría eliminado del certamen, luego de haber hecho la mejor clasificación en la fase de eliminatorias de su historia, al quedarse con la primer posición, por sobre una Argentina, que llevaba 33 partidos invicto de la mano del «Coco» Basile y con una victoria por 5-0 en el Monumental que obligó al local a un desempate contra Australia.
No parece ser una historia muy diferente a la de muchos participantes de un evento de tamaña envergadura en donde sólo uno se lleva los laureles y, salir segundo, es idéntico a salir 32; pero Andrés Escobar no puede decir lo mismo.
Marcador central, de buen manejo del esférico, tuvo la mala suerte de convertir un gol en su propia meta que condicionó la participación de su país en aquel Mundial. Pero lo que era una simple falla, que tantos han tenido (y muchos siguen teniendo), terminó en una catástrofe; fue brutalmente asesinado tan solo diez días después, en lo que sería un ajuste de cuentas por haber sido partícipe de la eliminacion de su país de origen a causa de las pérdidas millonarias en apuestas del narcotráfico.
Andrés fue el chivo expiatorio de un mal negocio generado por la venta y distribución de estupefacientes en todo el mundo. Colombia y todos lloran la muerte de un futbolista que solo quería ver rodar una pelota en el verde cesped. El horror, la barbarie y una puñalada por la espalda a traición.
Llora la pelota por los excesos a los que el fútbol se vio envuelto cuando el negocio tomó la posta y empezó a tomar decisiones acerca del destino del deporte en sí mismo.
Lloramos todos los que seguimos creyendo que el fútbol termina en la cancha, dentro del rectángulo de juego.
«Hasta pronto, porque la vida no termina aquí», diría luego de la no haber podido seguir avanzando en la Copa del Mundo. Había gente que, lamentablemete, no pensaba lo mismo.