El Viola se quedó sin oxígeno y después de saborear la cima del campeonato de la B Nacional se quedó hasta afuera del Reducido tras perder con la Lepra que también anda asfixiado con el tema de los promedios. Los Azules del Parque tratan de respirar con este heroico triunfo en tiempo de descuento y por 1 a 0 que se llevaron de Campana a Mendoza aunque la permanencia siga pendiendo de un hilo para los cuyanos.
Buenos Aires le sienta bien a Independiente Rivadavia. En la provincia capital de la República Argentina solamente perdió con Almagro pero después registró empates con Flandria, Nueva Chicago y Aldosivi. Sin embargo, esos viajes kilométricos le dieron también una mano tras vencer, recientemente, a Quilmes en el Centenario y ahora hacer lo propio con un Villa Dálmine que tiene un 2018 para el olvido.
Cambió la mano en el elenco de Felipe de la Riva. Lo que antes era una maquinita ahora pasó a transformarse en un elenco sin ideas. De no ser por un intento del ex Gimnasia y Esgrima La Plata, Leandro Sapetti, el Viola ni siquiera se molestó en inquietar a Cristian Aracena. Y un prolijo trabajo en la mitad de campo de la Lepra borró del mapa a su rival hasta encontrar el premio máximo en la última jugada del partido.
El dueño de casa siquiera reaccionó cuando la visita se quedó con diez hombres tras una durísima entrada de Kevin Gissi que se ganó la segunda amarilla cuando recién comenzaba la segunda mitad. Sin embargo Nazareno Arasa emparejó el juego tras expulsar a Ramiro López por una infracción sin sentido en campo contrario y así, cuando todo quedó diez versus diez, volvieron a ser los cuyanos quienes levemente se mostraban superiores.
La contienda parecía acabar sin goles. Tres minutos había agregado el colegiado y la Lepra tenía un tiro libre que, obligatoriamente, debía mandar a la olla. El zapatazo del juvenil Lautaro Disanto a los 47 de la segunda mitad cayó a la altura del punto penal y una carambola le dejó la bola servida a Gastón González que sacudió con violencia y batió el arco de Martín Perafán.
Con el último suspiro festejó Independiente Rivadavia de Mendoza que ganó 1 a 0 pero no termina de sacarse la soga del cuello. Están azules porque les falta aire, como a este Villa Dálmine que increíblemente dejó de ser el equipo sensación y lentamente empieza a perder puestos para ni siquiera mezclarse entre los que ingresarían al octogonal para ir en búsqueda del segundo ascenso.