Cambiaron los tiempos y de eso no hay dudas. Si bien las lucha continúa, las mujeres fueron ganando un lugar en el fútbol masculino a fines del siglo pasado. Y una gran parte de esa irrupción en un deporte que tenía sólo visión masculina le correspondió a Florencia Romano quien hace 22 años se convirtió en la primera jueza mujer en arbitrar un partido de AFA.
La mano venía brava para la tucumana que, con sangre revolucionaria, se instaló en Buenos Aires con el sueño de modificar cierto hábitos. Ella quería ser árbitro y, desde Viamonte 1366 le cerraban las puertas. Sintiéndose claramente discriminada pero sin bajar los brazos, la ex referee, le envió una carta documento a la Asociación del Fútbol Argentino y acudió al Congreso Nacional en búsqueda de ayuda a medidados de 1996. Recién en 1998 tuvo su oportunidad.
Como si el destino estuviese marcado, Romano tuvo un partidazo de la Primera D para impartir justicia. Victoriano Arenas, en Valentín Alsina, goleó por 6 a 0 a Muñíz ese sábado 4 de abril de 1998 con tantos de Luis Leiva, Marcelo González, Jorge Tello, y un hat-trick del «Bati», José María Kesseler. No obstante, además de la lluvia de goles debió soportar una torrencial caterva de insultos.
Impuso su personalidad en el Saturnino Moure y no le tembló el pulso para expulsar a tres jugadores en aquél triunfo del CAVA. Su carrera continuó y hasta se dio el lujo de ser convocada para el Mundial de Fútbol Femenino que se disputo en Estados Unidos allá por el 2003. Allí le tocó pitar un aislado China 1 – Rusia 1 como también otra goleada, la de las locales sobre Nigeria, en Filadelfia. En ese 5 a 0 se dio el gusto de sancionar un penal y que Mía Hamm, una de las más grandes jugadoras de todos los tiempos, convierta.
Pasaron 22 años de aquél debut de Florencia Romano sentando un precedente que le abrió la puerta a muchas otras mujeres a cumplir sus sueños en el ambiente de la número cinco. La tucumana, en ese 1998 famoso, también fue noticia por aquél entonces al sentirse marginada mientras estudiaba arquitectura ya que concurría con barbijo a clases exigiendo que se deje de fumar dentro de las aulas.