La espera por la final de la Copa Mundial de la FIFA abre la puerta al descubrimiento de otras ciudades como Helsinki, Finlandia. Otro país. Otra cultura. Otra idiosincracia. A solo tres horas de San Petersburgo. El Mar Báltico los divide pero los une por tierra en un tren que alcanza los 190 km por hora.
Los viajes en ferrocarril son un camino abierto a las relaciones públicas. Una mesa y tres asientos sorpresa. Dos franceses y un senegalés se sientan al lado del periodista. El silencio los invade hasta la llegada del control de la policía rusa para la salida del país. La rigurosidad se vuelve tensa con el hombre africano y revisan con detenimiento su pasaporte. El tiempo alcanza los diez minutos. La oficial le pide que la mire para comprobar la identidad. Llama a otros compañeros y pide asistencia. «No entiendo lo que están haciendo, estamos saliendo de Rusia, no estamos entrando», se queja el moreno por la intensidad del momento migratorio.
«Es increíble», lanza uno de los franceses que vive en Londres como sus dos amigos y mira con complicidad al periodista. Muchas charlas inician con momentos de zozobra y ésta no sería la excepción. El inglés es el idioma que une la conversación y el fútbol no tarda en salir. «Argentina, una lástima», se ríe el hincha galo pero con buena vibras. No le gusta Messi y lo dice. Cree que arma el equipo y no entiende por qué no juega Paulo Dybala».
Dos hinchas de Arsenal y uno del Chelsea. Se cargan entre ellos. «Es un equipo nuevo. No está a la altura. Nuestro clásico es el Tottemham», arremete el fanático de los Gunners que «ningunea» a los Blues y explica el crecimiento con la llegada del ruso Roman Abramovich.
La pasión de los argentinos por el fútbol los sorprende. Tantos kilómetros. Tanta gente. Estadios llenos y sin respiro en el aliento. «Son los mejores fans. No tengo dudas», opina uno de los muchachos y recibe una pregunta por parte del periodista: «¿por qué hay tan poca gente de los equipos europeos como, por ejemplo, Francia?». «Muchos franceses tienen miedo de ir a Rusia por los incidentes en la Eurocopa 2016. No se sienten cómodos», responde con seriedad (NdeR: los hooligans rusos se pelearon con ingleses en Marsella y hubo varios heridos) y agrega: «Igualmente no tienen tanta pasión como ustedes. No lo viven de la misma manera».
El ferrocarril cruza a territorio finlandés y los trámites de entrada al país no son tan dificultosos. Sorprende el cambio de medidas de seguridad. Pasaporte y nada más. Así da gusto.
El recorrido finaliza y los franceses le anotan su celular al periodista ante una eventual visita a Londres. Las historias pasan y la vida transcurre mientras se viaja. Quizás, uno de los placeres más lindos de todos.