El destino nunca sabe lo que te deparará en un futuro. Lo cierto es que un 30 de marzo de 2011, ocho años antes de la víspera de una vuelta olímpica, la Academia se vio en vuelta en un melodrama que empañaba un poco más la irregular campaña del conjunto dirigido por Miguel Ángel Russo. En plena práctica en el Cilindro de Avellaneda, Mauro Dobler y Teófilo Gutiérrez se tomaron a golpes de puño en una situación que quedó para la historia.
El colombiano recién hacía sus primeras apariciones en Racing y ya se había ganado, lentamente, el cariño de su gente. Aquellos dos goles ante San Lorenzo para dar vuelta la historia en el Nuevo Gasómetro aún latían en los corazones celestes y blancos a poco más de un mes de dicha epopeya. Había un buen plantel, llegaban las goleadas a Olimpo y a Colón, pero también se notaban algunos cortocircuitos.
Unos días previos al episodio entre el centrodelantero y el arquero suplente, Matías Cahais había protagonizado un encontronazo con Valentín Viola quien, por ese entonces, asomaba como una de las grandes promesas de la entidad de Avellaneda. Muchos buscaban un lugar en el primer equipo al cual Russo parecía no encontrar definitivamente un once ideal.
Dos derroas al hilo, con Estudiantes de La Plata y luego estrepitosamente ante Lanús, ponían el clima algo espeso por Mozart y Corbatta. El DT había decidido colgar a Roberto Junior Fernández y tanto Dobler como Jorge de Olivera, hoy en Platense, querían ocupar el puesto de guardametas el próximo encuentro ante Tigre. Claro está que, para ganarse la confianza del coach, todos le ponían algo de pimienta a cada práctica.
En la tarde del miercoles 30 de marzo, Gutiérrez picó al vacío en pos de buscar una pelota que ya estaba en dominio del arquero. Los jugadores chocaron entre sí, Dobler levantó su mano que estuvo cerca de impactar en el rostro del colombiano y a los dos, claramente, les saltó la térmica en los comienzos de un otoño áspero para la Academia.
Palabras van, palabras vienen, cuestión que en segundos el atacante cafetero se arrimó al ex Pincharrata y allí empezaron los manotazos. Franco Zuculini, que había dejado atrás la tranquilidad de Italia y Alemania para regresar al club de sus amores, intervino rápidamente acompañado de otro purrete, Raúl Poclaba, que con 21 años también aportó en la separación de los profesionales.
La práctica continuó. Al partido siguiente los de Russo perdieron con el Matador en el Cilindro. Una quincena más tarde todo empezaría a calmarse con el triunfo en el clásico ante Independiente. Sin embargo ese cruce quedó para la historia. Todo eso pasó un 30 de marzo de 2011 sin saber que, ocho años más tarde, todo Racing estaría en la tensa calma de la noche previa a una vuelta olímpica.