Llegó y pensó que jamás iba a poder jugar en el equipo. Su primera vez en el Cilindro fue en la platea viendo como la Academia bailaba a Boca Juniors aquél 20 de septiembre de 1987. Un plantel plagado de figuras como Ubaldo Matildo Fillol, el «Toti» José Iglesias, Gustavo Costas, Walter Fernández y Ramón Ismael Medina Bello que brillaba por doquier pero tenía un lugar asegurado para la magia de Rubén Walter Paz.
Alfio Basile le dio confianza al uruguayo y eso que el equipo venía puntero. Y el oriundo de Artigas respondió con creces. Su primer gol fue contra Platense en cancha de Vélez. Ese 9 de octubre comenzaba una relación inquebrantable entre el charrúa y la gente de Racing que continuaba invicto.
Su zurda mágica enamoraba a la Academia. Pausa, inteligencia y una pegada formidable. En el primer clásico de Avellaneda fue infalible y le metió un gol al Rojo en la Doble Visera. Y cuando se terminaba el año marcó un hat-trick en el Cilindro para que los del «Coco» derroten a Estudiantes de La Plata por 3 a 1.
En 1988 fue parte del plantel que obtuvo la primera edición de la Supercopa. También ganó el premio al futbolista argentino del año y otras distinciones continentales como el premio del diario El País. Sus destellos le permitieron volver al viejo continente. El Genoa se llevaba al diez de Racing que no iba a tardar en regresar.
Volvió para jugar entre 1990 y 1993. Estuvo muy cerca de darle otro título a la Academia pero no pudo ganar nuevamente la Supercopa. Esta vez fue Cruzeiro quien obtuvo la final y logró la revancha de aquella noche el Belo Horizonte. Sin embargo nadie imaginó que después de dicho subcampeonato, el final de aproximaba.
En el verano siguiente, Racing debutó con Lanús y perdió por la mínima diferencia en La Fortaleza. Fue un 21 de febrero de 1993 por la primera fecha del Clausura de ese año y Rubén Paz dejaba el club por una pelea con el presidente de aquél entonces. Se apagaba la zurda, la magia, hace exactamente un cuarto de siglo. Y a pesar de todo, en cada pasillo rincón del Cilindro, sigue retumbando el «uruguayo, uruguayo». Paz… y amor.