Después de la fiesta inaugural, del tema musical más codiciado de todos los Mundiales, llegó la hora de la verdad. Todos los flashes se posaban sobre el mejor jugador del planeta Tierra que presentaba Italia 90. Las esperanzas de la Albiceleste también se sostenían en sus obras de arte. Sin embargo, Diego Maradona, tuvo un clima hostil en el primer encuentro de esa Copa del Mundo.
En el momento de los himnos, con un Giuseppe Meazza lleno de gente, los italianos septentrionales le hicieron sentir el rigor a uno de los hombres más amados del costado austral del país anfitrión. Ídolo en Nápoles, el diez de Argentina, tenía en contra a los oriundos de Milan que aborrecían al pibe nacido en Villa Fiorito. No era contra él, se trataba de una rivalidad histórica entre norteños y sureños.
Las cámaras de televisión tomaban al Diego junto a Nery Pumpido y lo replicaban en la pantalla gigante del San Siro. Fue en ese entonces cuando una cortina de abucheos cayó de las gradas al césped. Claramente estaban dirigidas al ex Argentinos Juniors que fruncía su ceño, hacía oídos sordos, y después del saludo protocolar comenzaba su show.
Esperando que Michel Vautrot, el árbitro francés, diera la orden, Maradona hizo malabares con la pelota y sus hombros. Después, una vez dormida en el pasto, la levantó con sus dos piernas por detrás de su espalda. Y cuando comenzó la contienda dibujó algunas pinceladas que quedaron en la nada porque, ni Abel Balbo ni Jorge Burruchaga, supieron aprovechar las asistencias de «Pelusa».
Con su tobillo a maltraer, el Diego fue uno de los hombre más buscados por el elenco de Camerún para derribar en cada jugada. Al cuarto de hora de la segunda mitad, FIFA a través de la transmisión por TV, ya había contabilizado once infracciones sobre el hombre de Nápoles a quien no sólo le dolían las patadas sino también el clima hostil de los tifosi del Inter y del Milan hace exactamente 30 años, en el debut de lo que fue la Copa del Mundo de Italia 90.