La presión por no perder el clásico plantense llevó a que el Lobo y el Pincharrata se olviden del juego en sí. Mucho roce, siete tarjetas amarillas, una cartulina colorada y pocas situaciones de riesgo cerraron un derby sin goles que quedará raudamente en el cajón de los recuerdos como uno de los bodrios más grandes que se han visto en la ciudad de las diagonales.
Gimnasia llegaba dulce con Facundo Sava como entrenador y con el sueño de cortar una racha de 14 encuentros sin poder derrotar a Estudiantes. La Plata, paralizada, tenía del otro lado a los de Lucas Bernardi que no habían perdido ninguno de los cotejos disputados en este 2018. Pero, tanto prólogo, tuvo un final insaboro.
Hubo detenidos de uno y otro bando. Gestos, entradas falsas, y demás aspectos que empañan el fútbol nuestro de cada día. Y si alguien podía dejar que todo ello pase a segundo plano fueron los futbolistas que saltaron a la verde gramilla y se cuidaron más de no perder que de ganar el clásico.
La única jugada clara del primer tiempo fue una mediavuelta de Omar Alderete que salió pegada al palo izquierdo de Mariano Andújar. Realmente fue eso y nada más en los 45 minutos iniciales que se transformaron en una oda al bostezo. Pero la complementaria tampoco distó mucho y terminó siendo un calco.
Lucas Rodríguez inquietó a Alexis Martín Arias, y Gastón Giménez trató también con un débil tiro libre. En el área opuesta se lo perdió Jerónimo Barrales con una chance que se perdió por línea de fondo. La pierna fuerte hizo que Bernardi saque a Lucas Melano para que no lo rajen mientras que Sava pagó caro el hecho de dejar al paraguayo Alderete en el rectángulo de juego. Diego Abal tuvo que usar la roja y el guaraní dejó al Lobo con diez hombres.
El odio, las ganas de no perder, los roces y todos esos condimentos hicieron que sendas escuadras se olviden del espectáculo. Gimnasia y Estudiantes cerraron la edición 159 del derby de las diagonales con un 0 a 0 que calificó a ambos y que quedará rápidamente en el olvido colectivo.