Al Seleccionado Todo Blanco le alcanzó con poco para clasificar a Italia 90. Un sólo triunfo y cuatro empates en el hexagonal eliminatorio de Asia le valieron el pasaje a la cita máxima del deporte más maravilloso del globo terráqueo. Sin el nivel deseado y siendo su debut absoluto en un Mundial, la idea del equipo era divertirse, complicarle la vida a más de uno, y no hacer papelones.
El debut frente a Colombia arrojó una aceptable derrota por 2 a 0. Sin embargo se trataba del rival más accesible de la fase inicial y los temores dentro de la escuadra de Carlos Alberto Parreira sobrevolaban de tan sólo pensar que debían mudarse a Milan para enfrentar a la durísima Alemania.
El diario ´The National´, con sede en Abu Dhabi, recordó lo que fue la previa de aquél encuentro ante los germanos y contó una historia fantástica. El jeque de Emiratos Árabes Unidos, que a su vez era el presidente de la Federación de Fútbol por ese entonces, le ofreció a cada jugador una suma cercana a los 15 mil dólares por cabeza si lograban empatarle a los de Franz Beckenbauer. Un triunfo cotizaba aún más y la utópica victoria pondría en los bolsillos de cada futbolista algo así como 22 mil billetes gringos.
Tan tranquilo no habrá estado bin Rashid Al Maktoum puesto a que Alemania intentó pero no logró doblegar al arquero asiático hasta los 35 minutos del capítulo inicial. Muhsin Musabah, el guardameta del conjunto de Parreira, era figura indiscutida en el Giuseppe Meazza. La tranquilidad económica para el líder político llegó con la lluvia de goles que los del ´Kaiser´ acabaron propinándole en la capital de la moda.
Sin embargo hubo una promesa que nunca se cumplió. Un empresario de los Emiratos Árabes Unidos había confirmado, meses antes de Italia 90, que regalaría un Rolls Royce al jugadores que anotase el primer gol de la selección en la historia de los Mundiales. Consumado el 2 a 0 frente a Colombia, el asunto se ponía complicado ya que se venían Alemania y Yugoslavia.
Como el slogan de una reconocida marca de indumentaria germana, ´no hay imposibles´. Así fue como el minuto de la segunda mitad en Milan, Khalid Ismaïl Mubarak picó al vacío y sin marcas remató cruzado para inflar las redes del arco defendido por Bodo Illgner en el Giuseppe Meazza. Un gol que se festejó por dentro con el confort de sentirse manejando uno de los automóviles más lujosos del planeta Tierra.
La derrota por 5 a 1 dejaba un sabor agridulce en el elenco Todo Blanco pero había un jugador en particular que tenía motivos de sobra para estar feliz. «Ismaïl había pasado las dos semanas antes del torneo soñando con los diferentes colores en los que podría venir el auto» afirmó el periódico emiratí ´The National´. Aunque la historia tuvo un triste final y quedó sólo en un sueño.
Goleados por Yugoslavia en el cierre de su participación en Italia 90, el plantel regresó a su país sin pena ni gloria. El autor de aquél gol frente a Alemania en Milan jamás recibió el automóvil prometido. Sin embargo tuvo el reconocimiento de todo un país que lo recibió como un héroe. De hecho, los botines de aquél zapatazo en San Siro fueron subastados por un valor superior a los 80 mil dólares para fines benéficos. Dio y no recibió, pero quedó en la historia el enorme Khalid Ismaïl Mubarak que debió continuar trabajando como jefe de oficiales de bomberos en el aeropuerto de Dubai una vez que las luces del fútbol se fueron apagando.