Posiblemente el tema de la inseguridad en los espectáculos deportivos sea una materia de importancia secundaria para aquellos que deban dar respuestas frente a este tema. Tal vez sea prioritario el dinero de la televisión, las grandes sumas de una posible Superliga y que Messi salga campeón del mundo con Argentina mientras día a día, el hincha común, convive con la incertidumbre sobre su integridad física cada vez que va a la cancha. Y desde el 2005 a hoy fueron ya dos jugadores los que se sumaron a la lista de damnificados por un tema que parece no tener una pronta solución.
El domingo 11 de septiembre de 2005, en un clásico mendocino entre San Martín y Godoy Cruz, los incidentes opacaron a la fiesta en el estadio mundialista. Carlos Azcurra, defensor del Chacarero, intentó frenar el accionar policial que arremetía contra una de las cabeceras. Fue en ese entonces que el cabo, Marcial Maldonado, dio mediavuelta y descargó contra el profesional que cayó al suelo para levantarse en el hospital sabiendo que nunca más iba a volver a la práctica deportiva.
Pasaron once años y casi tres meses desde aquél episodio. Exactamente 4106 días desde un perdigón que terminó con la carrera de Azcurra a otro que pudo significarle el fin a otro colega. El 8 de diciembre de 2016 se abría el telón de una nueva fecha del Nacional B en José Ingenieros. Almagro y Atlético Paraná igualaban sin tantos hasta que Enzo Noir abrió la cuenta para el Gato cuando el cotejo ya se apagaba. Allí comenzaron los disturbios en la popular del Tricolor y los efectivos no dudaron en reprimir. Franco Quiroz, hombre del conjunto que dirige Felipe de la Riva, se acercó con la intención de pacificar la hecatombe pero un tiro le impactó en la cabeza.
Quiroz fue hospitalizado y no corre peligro alguno pero tranquilamente el desenlace pudo haber sido peor. Del 2005 a hoy, la incertidumbre en la seguridad reina en todos los estadios. De Azcurra a Quiroz nada ha cambiado.