Fue bicampeón con Estudiantes de La Plata pero, sin lugar a dudas, su logro máximo lo alcanzó en México allá en el glorioso 1986. José Luis Brown, el histórico «Tata», falleció el lunes 12 de agosto a los 62 años producto de una enfermedad neurodegenerativa que fue apagando lentamente la vida del zaguero nacido en Ranchos, provincia de Buenos Aires.
Su carrera se inició en el Pincharrata donde defendió la pilcha del León durante casi una década. Se quedó con el título en 1982 y repitió un año más tarde. Su performance la valió un pase a Colombia pero rápidamente volvió para vestir la casaca de Boca Juniors. De allí saltó al Deportivo Español y fue transferido al fútbol de Francia para la época donde besaba la gloria eterna de la mando del seleccionado albiceleste en tierras aztecas.
Como Daniel Alberto Passarella no iba a poder jugar en el Mundial, el entrenador, Carlos Salvador Bilardo, no dudó en darle tamaña responsabilidad al «Tata». Jugó los 7 cotejos, se abrazó emotivamente con Nery Pumpido el día que Diego Maradona y diez monstruos más eliminaron a Inglaterra en cuartos de final. Vio como el Diego la rompía ante Bélgica. Y luego tuvo su día de gloria no sólo al coronarse campeón sino también al convertir en la final ante Alemania en el Distrito Federal y ante millones de personas pendientes de ese encuentro decisivo.
Su trayectoria continuó por España para colgar definitivamente los botines en el Racing Club de Avellaneda. Sin embargo, Argentina tenía otro oro más para Brown y llegó en 2008 cuando consiguieron el primer puesto en los Juegos Olímpicos de Beijing en donde el bonaerense fue ayudante de campo del «Checho», Sergio Batista.
El lunes 12 de agosto, a los 62 años, se apagó definitivamente la vida del «Tata» Brown, de ese hombre que nunca se fue del fútbol pero tampoco se irá de los recuerdos. El cielo sumó un defensor de esos que nunca quisieron salir de la cancha, ni siquiera con una luxación en el hombro en una final del mundo. Él mismo, el que aguantó el dolor para ser campeón del mundo y que hoy nos deja un dolor inaguantable al resto de los argentinos que lo extrañarán eternamente. ¡Qué en paz descanse!