Atlas e Instituto. Dos palabras relacionadas con educación pero que tal vez no significan lo mismo para el mundo Millonario. Porque un plantel rico en recambio y en figuras pasó de compartir una cena con su rival, ampliamente más débil en lo económico, a apurar un calendario para enfrentar a un oponente que ni preparado está para afrontar un compromiso de semejante magnitud.
Ganó el más grande. Como si se tratase de una competencia desleal y desproporcionada. River se acordó que de aquí a fin de año tendrá la agenda bien apretada y, con el motor aún tibio tras la clasificación a cuartos de final de la Copa Libertadores y el triunfo contra Atlas, puso en aprietos a Instituto que todavía ni sabe donde estaba la llave para darle marcha a la máquina.
Con refuerzos, pero sin tenerlos habilitados. A menos de 96 horas del inicio. Unos en Córdoba pero con una infraestructura inferior a la hora de conseguir el alojamiento adecuado y el transporte. Los otros desde la comodidad de un cinco estrellas y el calor de toda una ciudad que se desespera por ver a la banda colorada en pleno invierno ya que solamente puede apreciarla, en vivo y en directo, en temporada alta. Ni justicia, ni equidad.
Lo cierto es que la mesa del Nacional B, previo al sorteo del fixture, mostró solidaridad con la gente de La Gloria. Incluso todo indicaba que así como Boca y Guillermo Brown habían postergado cruce de 16avos de final para septiembre, el Millonario haría lo mismo. Pero no sucedió.
Mar del Plata ya estaba lista para recibir a River que pasó de predicar con una cena y un reparto de camisetas, a desentenderse de una realidad de un rival que de movida arrancará en desventaja. Lo que hubiese sido un esperado encuentro para los cordobeses en La Feliz, se jugará con una mueca de desgano. Nadie sabe cómo terminará. Pero lo cierto es que los de Marcelo Gallardo pasaron de dar cátedra con un Atlas, a despreciar al Instituto.