La imagen del Diez se vio nuevamente deteriorada pero esta vez fue el deporte quien le pasó factura. Pelusa, actuamente en los Dorados de Sinaloa, necesitó de la ayuda de su amigo y entrenador de arqueros, Luis Islas, para caminar por la verde gramilla durante los entrenamientos de su equipo en tierras aztecas. Los cartílagos de sus rodillas están completamente desgastados y necesitará una intervención para que esos dolores se calmen.
Sacar a Diego Maradona de una cancha con una pelota a su costado es como quitarle la guitarra a Paul McCartney o un libreto a Steven Spilberg. Llevan sus pasiones en la sangre y difícilmente pueda acoplarse a realidades que el paso del tiempo, inevitablemente, quiera imponerles. Al hombre de Villa Fiorito le surge pegarle al esférico en las prácticas, moverse, pero luego padece por su artrosis.
Su médico colombiano, Germán Ochoa, dejó en claro que el Diez no se salva de la prótesis. El entendido en la materia ya había trabajado en las rótulas del campeón del mundo en 1986 una vez que colgó definitivamente los botines y le hicieron el cotejo despedida en la Bombonera. Pero después de ello, Pelusa siguió ligado al fútbol cuando se encargó de dirigir a la Selección Argentina y también en los multimillonarios clubes asiáticos. Y allí fue un niño más.
Los Dorados de Sinaloa ganaron los últimos dos partidos y logaron trepar varios peldaños en la tabla de posiciones de la segunda división del fútbol mexicano. Si bien están a catorce puntos del líder, Juárez, y a doce del escolta Atlante, el sueño de continuar subiendo ha sido posible desde la llegada de Maradona que, el sábado, tendrá una dura prueba cuando se mida ante quien marcha tercero, los Mineros de Zacatecas.
