Atlético Tucumán vivió su viaje a Ecuador como una película de aventuras con un final feliz. El Decano se atrasó por problemas en el avión de Guayaquil a Quito, llegó tarde al estadio Atahualpa con riesgo de descalificación y hasta usó la camiseta de la Selección Sub 20 (que juega el Sudamericano en la misma ciudad) por el retraso de la utilería. En la cancha, los tucumanos dejaron el corazón y le ganaron con justicia a El Nacional por 1 a 0 con un gol de Fernando Zampedri en los 2800 metros de altura.
Jamás sabremos la razón de la demora del avión que trasladaba al plantel dirigido por Pablo Lavallén pero por algún motivo la historia se debía escribir así. Los inconvenientes del transporte aérea de la empresa chilena DAP obligaron a los dirigentes a adquirir pasajes de un vuelo comercial para el traslado de todo el plantel. La llegada a Quito fue tarde y el tiempo corría ante la posibilidad de perder los puntos pero «Dios es justo» -como dijo el técnico del Decano al final del partido- y lo dejó en claro, en primer lugar, con la llegada «a tiempo» al Atahualpa. La utilería no logró viajar ante la urgencia y la delegación de la Selección Sub 20 que participa en el Sudamericano en Quito le salvó las papas con el préstamo de sus camisetas con los nombres de cada chico en sus espaldas. El micro que llevó a los futbolistas del aeropuerto a la cancha rozó los 150 kilómetros por hora y hasta contó con la presencia del embajador Luis Juez que avisaba a los medios de comunicación: «Dejen de romper las pelotas con el reglamento. Que nos esperen 15 minutos más». Después de aproximadamente una hora y media de espera y desesperación, el encuentro se jugó.
Sin calentar y con la cabeza fuera de foco por todos los obstáculos, Atlético Tucumán salió a la cancha con la seriedad necesaria y un planteo inteligente. El Nacional se sorprendió por el protagonismo del equipo de Lavallén. Casi seis llegadas tuvo la visita para anotar el gol del triunfo que -obligadamente- debía conseguir por el empate 2 a 2 en el José Fierro. Todos se lucieron, todos lucharon, todos metieron y todos sabían que se jugaban una final. Desde Lucchetti, los centrales Bianchi y Canuto y los laterales Di Plácido y Evangelista, pasando por el volante central Nery Leyes (que se comió la cancha y corrió como si no hubiesen 2800 metros de altura) y sus acompañantes David Barbona (una de las figuras de la cancha), Guillermo Acosta, Rodrigo Aliendro y Leandro González hasta el titán de Fernado Zampedri, el héroe de la noche. El 9 nos deleitó a los futboleros con un cabezazo eterno y bombeado que no bajaba más y se metió al lado del segundo palo de Darwin Cuero gracias a una gran jugada previa entre Barbona y Evangelista. Salvo por dos ataques de los ecuatorianos, el elenco de Tucumán no sufrió demasiado y levantó los brazos vencedores hacia las casi 3000 almas que crearon su propia aventura con un viaje eterno a Quito para seguir al equipo de sus amores.
La historia culminó con el final feliz que -imagino- todos los futboleros queríamos: con un Atlético Tucumán en la siguiente fase de la Conmebol Copa Libertadores. Ante todas las dificultades, el Decano eludió los disgustos y demostró el coraje y la entereza de un club que quiere ganar dentro del campo de juego. Los hombres de Pablo Lavallén le ganaron a la altura y a las desprolijidades para dejar afuera a El Nacional en su propia casa con un inimitable corazón.