Declaraciones juradas que ya no se piden. Cabinas sanitizantes que pasaron al olvido. Tribunas cada vez más llenas. Y una pandemia que no da tregua en todo el mundo aunque, aquí, en Argentina, la «viveza» tenga más de muerte que de vida. ¿Los tapabocas? Bien, gracias.
Los departamentos de prensa, sumamente exentos en este lío, cumplen con recomendaciones, con exigencias, con protocolos. Podremos estar de acuerdo o no con las reglamentaciones, pero más allá de las quejas, están hechas para ser respetadas. Lo que indigna, sin dudas, es la gente que no hace caso.
Casi 55 mil muertes y más de 2 millones doscientos mil casos en Argentina. El oriente advirtiéndole a Latinoamérica sobre la segunda ola. Pero aquí, en las canchas, pareciera que el virus no circula. Quienes van se sientan todos juntos, se liberan del barbijo, gritan, insultan, y hasta, en las últimas semanas, se les dio por entonar cánticos. Lo anormal, es normalidad en este país.
Nadie pide ni quiere restricciones. Que fase uno quede sólo para los que entran de casualidad a la Copa Libertadores. Con los cuidados necesarios que se toman a lo largo y a lo ancho del globo terráqueo, el fútbol puede seguir jugándose y la prensa también podrá continuar trabajando en los estadios.
Pero eso sí, mientras la «viveza» sea moneda corriente cuando las muertes se cuentan de a miles, los platos rotos los pagaremos todos. En Vermouth Deportivo, a lo largo de todos estos años, hemos respetado siempre las reglas. Por eso da bronca cuando quien se tiene al lado en una cancha no lo hace. Canchas donde somos pocos los que usamos el tapabocas los 90 minutos mientras el resto cree que el barbijo era ese «Chipi» que supo descollar en Huracán y Boca Juniors.
