El 7 de noviembre de 1970, en el Palacio de los Deportes de Roma, Carlos Monzón le ganaba por nocaut en el 12º asalto al italiano Nino Benvenutti consiguiendo el título mundial mediano. Hoy se cumplen 50 años de ese acontecimiento que el tiempo se encargó de ubicar en una página ineludible dentro de la historia del deporte albiceleste. Luego vendrían 14 defensas exitosas que lo consagrarían como un ícono del pugilismo hasta su retiro en 1977.
En el Palazzo Dello Sport, muy cerca del imponente Coliseo Romano, a paso firme, Carlos Monzón arrea a Nino Benvenutti a una esquina del cuadrilátero con una sucesión rítmica de golpes, el asedio no se detuvo, sin pausa lo hizo retroceder hasta llevarlo al rincón opuesto y en una combinación perfecta, tras un preciso jab de izquierda una derecha cruzada letal mandó a la lona al italiano, una escena inmortal que produjo de uno de los hitos más significativos del deporte argentino de todos los tiempos, en ese nocaut sensacional cuando transcurría un minuto y 57 segundos del del 12º round, aunque inimaginable para la inmensa mayoría de las personas e inclusos para los especialistas, ante los ojos de todo el planeta, nacía una leyenda.
La pelea se comenzó a gestar el 1º de julio de 1970 cuando en Buenos Aires entre los representantes del italiano y Tito Lectoure por una bolsa de 15.000 dólares. Con 67 victorias de las cuales 44 se dieron por nocaut, 9 empates, 3 derrotas una pelea sin definición, el santafesino era campeón argentino y sudamericano mediano desde 1966 y 1967 respectivamente y el número uno del ranking de la AMB, sin embargo, la elección de Carlos Monzón como retador por el cetro mundial se dio porque Benvenutti acarreaba un par de duelos muy duros como el que sostuvo frente a Emile Griffith en el Madison Square Garden de Nueva York y quería un rival más endeble.
Con Amilcar Brusa, un ladero incondicional en el rincón, y también en la vida del santafesino, comenzó la preparación para la velada, aunque para llegar a esa situación, mucho tuvo que ver el emblemático empresario y promotor Tito Lectoure, trazando una ruta de carrera de continuo ascenso para su representado, acordando citas contra el propio Emile Griffith en el Luna Park, Eddie Pace, Bennie Briscoe y Tom Bethea entre otros de los mejores de la categoría transformándolo en un retador considerado y creíble.
Luego de meses de preparación, partió desde Ezeiza para afrontar el mayor desafío deportivo de su carrera, los pergaminos de su oponente eran apabullantes, una extraordinaria carrera amateur coronada con el oro olímpico en Roma 1960, campeón mundial súper Walter y, desde 17 de abril de 1967, conseguía unificar la corona de los medianos al vencer por puntos a Emile Griffith en la primera de su trilogía de enfrentamientos, inclusive su figura iba más allá de los rings, apareciendo con asiduidad en revistas, programas televisivos e incursionando en el cine.
Nino Benvenutti quiso imponer condiciones en el inicio del combate, sin embargo, su cross de izquierda no hallaba ángulos para llegar el físico del argentino y en el cuerpo a cuerpo se encontraba con un retador con gestos adustos, seguros y una actitud desafiante. Eran épocas en las cuales ir a disputar un cetro mundial de visitante, no alcanzaba con ser superior, era imprescindible terminar la pelea antes del límite y eso Escopeta lo sabía sobradamente.
Por ese entonces, las peleas se pactaban a 15 asaltos. A partir del sexto round, empezó la reacción del santafesino, escalonadamente se mostro cada vez más incisivo con sus golpes. Iniciado el último tercio de la lucha, la embestida de Carlos Monzón fue más agresiva y el tano no conseguía sostenerle el ritmo. La campana que dio origen al 12º asalto, el dominio del argentino era absoluta y toda la paciencia que mantuvo durante la pelea la desato sobre su adversario, golpe tras golpe fue gestando un nocaut que maduró a medida que pasaban los segundo y concreto con una derecha que esta grabada a fuego en la retina de cada amante del boxeo.
Carlos Roque Monzón, ese boxeador esmirriado que creció en San Javier rodeado de carencias, de huesos frágiles y contextura toráxica subestimada para pelear en las 175 libras, a partir de esa noche en la Ciudad Eterna, la fama, el dinero, las mujeres, lujos por doquier, embusteras alfombras aterciopeladas se desplegaron en un nuevo mundo colmado de fascinaciones inimaginables llevando su vida hacia una metamorfosis pseudo cinematográfica para convertirse en una auténtica leyenda.