Hay un mal no menor que sacude a Europa y que parece no estar erradicado. En el último amistoso que disputaron los germanos frente a Arabia Saudita, en Leverkusen, el público se expresó con silbidos hacia Ilkay Gündogan y Mesut Özil por haberse viralizado una foto con el presidente de Turquía, Recep Erdogan. Y aunque la Federación Alemana de Fútbol quiso poner paños fríos ante esa situación, la clima del combinado de Joachim Löw parece estar más perdido que turco en la neblina.
Uno brilla en el Manchester City, el otro fue estrella del Real Madrid. El primero se perdió el Mundial 2014 por una lesión en la espalda. El segundo besó el oro en Brasil dándole un nuevo título de fútbol a Alemania. Sin embargo sus raíces turcas los llevaron a estar en la mira por una parte del pueblo que quedó a disgusto por las declaraciones del volante que juega en Inglaterra y porque el que se desempeñó con creces en el Merengue no canta el himno.
No obstante, en el último tiempo, surgió un tema que generó mucho más ruido en el pueblo teutón. Gündogan nombró a Erdogan como «mi presidente» y le pidió a los turcos que viven en Alemania a resistir. La ultra-derecha de ese país no lo perdonó y se manifestó informando que aunque juegue en la Selección, él no es alemán. Fuerte y retrógrada como parte del pasado.
El tema no quedó allí. Löw expresó que los silbidos claramente duelen y sendos jugadores salieron a pedir clemencia. Incluso hasta la canciller de Alemania, Ángela Merkel, se manifestó al asegurar que «ninguno de los dos quiso decepcionar a los hinchas». La foto con Erdogan tomada en Londres durante el pasado mes de mayo trajo consigo un tema que, por más que quieran silenciarlo, sigue retumbando en un país marcado a fuego.
